EL ZEN NOS LIBERA DEL TIEMPO. Alan W Watts

El Zen siempre se ha llamado a sí mismo "el camino del despertar instantáneo". No se trata de que satori llegue rápida e inesperadamente, de improviso, pues la mera velocidad no tiene nada que ver con esto. La razón es que el Zen nos libera del tiempo. En efecto, si abrimos bien los ojos y vemos con claridad resulta evidente que no hay otro tiempo que este instante, y que el pasado y el futuro son abstracciones sin ninguna realidad concreta.


Hasta que esto no se vuelve evidente, parece que toda nuestra vida está en el pasado y en el futuro y que el presente no es más que el filo infinitesimal que divide ambos. De aquí proviene la sensación de "no tener tiempo", de que las cosas pasan de largo tan rápidamente que no tenemos tiempo de gozarlas. Pero "despertando al instante" vemos que eso es lo contrario de la verdad: el pasado y el futuro son más bien las ilusiones pasajeras, y el presente lo eternamente real. 

Descubrimos que la sucesión lineal del tiempo es una convención de nuestro pensamiento verbal que se mueve en una sola vía de la conciencia que interpreta el mundo aferrando pequeños trozos a los que da el nombre de cosas y sucesos. Pero cada uno de los actos mediante los cuales la mente capta esos trozos excluye el resto del mundo, de modo que este tipo de conciencia puede obtener una visión aproximada del conjunto sólo mediante una serie de tomas sucesivas. Se advierte el carácter superficial de esta conciencia en el hecho de que ni siquiera puede regular el organismo humano. En efecto, si tuviera que vidente, controlar el latido del corazón, la respiración, el funcionamiento de los nervios, glándulas, músculos y órganos de los sentidos, estaría corriendo alocadamente por todo el cuerpo para atender una cosa tras otra, sin tiempo para nada más.

Por fortuna no está a cargo de esa tarea, ya que el organismo es regulado por la intemporal "mente original" que trata a la vida en su totalidad y por tanto puede hacer tantas "cosas" a la vez.
Sin embargo, no es que la "conciencia superficial" sea una cosa y la "mente original" otra, pues la primera es una actividad especializada de la segunda. Así, la conciencia superficial puede despertar al eterno presente si deja de aferrarse. Pero esto no ocurre si uno trata de concentrarse en el presente, pues este esfuerzo sólo consigue que el momento parezca más huidizo y elusivo, más imposible de enfocar. 

La conciencia del "eterno yo" surge de acuerdo con el mismo principio que la claridad con que oímos o vemos, o la adecuada libertad con que respiramos. La claridad de nuestra visión no tiene nada que ver con tratar de ver; consiste tan sólo en darse cuenta de que los ojos perciben por sí mismos todos los detalles, ya que mientras están abiertos no podemos evitar que la luz llegue a ellos. Del mismo modo no es difícil darse plena cuenta del eterno presente tan pronto como vemos que no es posible ser consciente de ninguna otra cosa, es decir, que en realidad no existe ni el pasado ni el futuro. 

Hacer un esfuerzo por concentrarse en el momento instantáneo implica ya que hay otros momentos. Pero no están en ninguna parte, y en verdad descansamos tan cómodamente en el eterno presente como los ojos y los oídos responden a la luz y el sonido.

Alan W Watts en"El Camino del Zen"

No hay comentarios:

Publicar un comentario