LA COMPASIÓN


Al desarrollarse la compasión comenzamos a ofrecer y a entregar nuestro corazón. Ni siquiera nos importa si el otro reconoce nuestra actitud o nuestras acciones; tal vez ni siquiera se percate de ellas. 

Al disminuir nuestro apego a nosotros mismos sentimos una más profunda satisfacción que puede aumentar y dar gran significado a nuestra vida
¿Qué otra cosa en la existencia humana tiene tanto valor? Es posible que seamos muy inteligentes, poderosos, cultos y que hayamos viajado mucho, ¿pero qué valor tiene eso? Es tan fugaz como un sueño nocturno. Toda experiencia imaginable tiene la misma naturaleza transitoria; sólo la compasión proporciona una felicidad duradera. A diferencia de los fugaces momentos de "alegría" que experimentamos habitualmente, la felicidad que resulta de la compasión no es sentimental ni romántica. Es una felicidad sin distinción entre el que da y el que recibe.

La compasión se siente en el centro del corazón, y la fuente de la compasión es el conjunto de nuestros sentimientos, nuestra experiencia de vivir. Hasta que la energía positiva de la compasión fluya a través de nuestros corazones, lograremos pocas cosas valiosas. Es posible que sólo estemos llenando nuestra mente de palabras e imágenes huecas. Puede que dominemos varias ciencias o filosofías, pero sin compasión no somos más que vanos eruditos atrapados en círculos viciosos de deseo, apego y ansiedad. 

En nuestras vidas hay poco significado real. Pero cuando despertamos la energía de la compasión, las relaciones con los demás se vuelven sanas y agradables; no tenemos ninguna sensación de deber porque naturalmente todo lo que hacemos está "bien". De manera análoga al sol que emite incontables rayos, la compasión es la fuente de todo crecimiento interior y acción positiva.

Por lo tanto, en esta era en que el hombre tiene los medios para arrasar con la tierra, es particularmente importante fomentar todo lo que sea bello, beneficioso y significativo... y practicar la compasión. 

Al principio nuestra compasión es como una vela. Debemos gradualmente llegar a tener una compasión tan radiante como el sol. Cuando la compasión sea tan inmediata como nuestra respiración, tan viva como nuestra sangre, comprenderemos cómo vivir y trabajar eficazmente en el mundo y cómo ayudarnos a nosotros mismos y a los demás. 

Empezamos por acercarnos a nuestra naturaleza esencial, y luego nos abrimos a amigos y familia. Más adelante, intensificamos este sentimiento de compasión y lo compartimos con todos los seres vivos extendiéndolo hasta abarcar a toda la naturaleza... a las montañas, el agua, el viento, el sol y las estrellas. Cuando nos abrimos a todo lo que existe, nuestras relaciones se vuelven armoniosas de forma natural. Esta compasión no tiene por qué manifestarse físicamente: surge mediante la aceptación y el desarrollo de una actitud receptiva. El poder de la compasión puede transformarnos totalmente.

Tulku Tharzan

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